La calzada del destino
Para Armando
Escuché los rumores del deseo,
susurros agazapados en el bosque.
Vi los siglos de las promesas
en tus ojos de poeta.
Los poetas antiguos miraban petrificados,
como bustos en una calzada,
como testigos sin carne.
Prometí amar tu palabra,
incluso tu mentira tierna.
La lluvia de junio siempre fue la misma,
por los siglos de los siglos,
mi devoción por tu nombre de musgo no.
Te sabía árbol, abismo y canto,
te sentía como yedra primigenia en mi mano.
Me prometí crecer en tu nombre,
sobre tu piedra eterna,
en tu palabra antes hecha sangre y hombre.
Acto de contrición
¡Señor mío, tan lejano!
Verdad mía en la sangre de pecado.
Fusta, ausencia y cruento amado;
te amo por ser dulce veneno,
cárcel infinita,
y porque te adoro en sodomía.
Me pesa en el alma ser tu imagen querida,
también me pesa el infierno prometido.
Apoyado de tu sanguínea causa
propongo placenteramente:
pecar con mis semejantes;
mentirles diariamente;
y cumplir con la culpa,
la angustia de ser carne.
Amén.
No será
Ya no será esta jacaranda de noche,
ya no será el polvo suave de los libros,
ni los besos en los rincones de piedra.
Tampoco veré tus ojos párvulos de deseo.
Fue un relámpago la traición,
un golpe certero.
Una pedrada sonora me desplomó,
tu silencio turgente lo dijo todo,
tu ausencia echó raíces en mi pecho:
Yo, la tumba de tiempo, el árbol ahora muerto.
Imagen tomada de Museo Blaisten
| Eduardo Quiroz (Chalco, Estado de México, 1998). Estudiante de posgrado. Escritor e investigador. Cursa la maestría en Teoría Literaria en la Universidad Autónoma Metropolitana. Sus intereses son la poesía y la música. Participó en la Antología de poetas jóvenes de la UAM, Revista Cardenal. |
